Los
100.000 libros vendidos por Belén Esteban chocan con el continuo descenso
editorial y plantean la banalización de los referentes estéticos
Belén
Esteban firma ejemplares de su libro durante un acto de presentación en Madrid.
Víctor Lerena Efe.
Las
ventas de libros siguen bajando en cascada, se cierran librerías, los grandes
espadas de las ventas, como Dan Brown o Pérez Reverte, pierden fuelle, y, sin
embargo, Belén Esteban con su libro Ambiciones y reflexiones ronda ya casi los
100.000 ejemplares vendidos. Desde que hace un mes Espasa editó el volumen,
confeccionado, mano a mano, con Boris Izaguirre, este ha ido subiendo hasta
situarse en el número uno de la lista de los más vendidos, y ha alcanzado su
séptima edición.
¿Qué
explicación tiene? La respuesta fácil sería que todo lo que sale en televisión
multiplica sus efectos y que además Belén Esteban es un fenómeno mediático, que
conecta con miles de personas, se supone que porque dice la verdad, su verdad,
sin miramientos o sin calcular las consecuencias. Pero lo cierto es que, cuanto
menos, es un fenómeno que hace reflexionar sobre algo que no se puede dejar de
lado: ¿por qué se venden este tipo de libros? Y no solo es el libro de la
«princesa del pueblo» -que seguro no lo ha escrito por propia voluntad sino
tentada por diferentes editoriales que necesitan cuadrar balances-, sino
también otro tipo de géneros como biografías de personajes mediáticos, manuales
de cocina o libros de salud.
Para
el filósofo y escritor Rafael Argullol, lo que hoy está sucediendo no es una
crisis de venta de libros sino «una crisis de lectura». «Los libros que se
venden cada vez se parecen más al puro entretenimiento y espectáculo. Pero yo
creo que hay que coger el toro por los cuernos y decir que lo que se ha
producido es el hundimiento de la lectura de la gran literatura», subraya. Para
Argullol, profesor de Ética de la Universidad de Pompeu Fabra, de Barcelona, lo
equivocado es creer que esto se debe solo a una crisis editorial, «el problema
de fondo en esta crisis es -dice- que se ha producido un cambio de escenario
mental». «Los referentes culturales europeos que han regido a lo largo de los
siglos parecen diluidos y lo que cuenta ahora es la creación de artefactos
inmediatos», precisa.
La
«cultura rentable»
En
esta misma línea abunda el profesor y filósofo italiano Nuccio Ordine, que
acaba de publicar en España La utilidad de lo inútil (Acantilado), toda una
reivindicación de la literatura y los saberes humanísticos en contraposición de
la llamada «cultura rentable». Ordine asegura que el futuro de la humanidad
está en juego si solo se considera útil aquello que produce beneficios.
Varga
Llosa también habló en su libro La civilización del espectáculo (Alfaguara), de
la banalización de la cultura y el triunfo del amarillismo en todo. «La cultura
se ha diluido permitiendo que el mercado imponga sus exigencias sobre el
producto cultural, desvalorizándolo en cuanto a su función social», dice en el
libro. «Lo que tiene éxito y se vende es bueno y lo que fracasa y no conquista
al público es malo», escribe el premio Nobel. «La desaparición de la vieja
cultura implicó la desaparición del viejo concepto del valor», continúa, al
tiempo que lamenta la posible pérdida de la introspección y el análisis que
viene con la lectura detenida.